Feminismo liberal y psicoterapia

|Por Esmeralda Conrique|

Primero me gustaría comenzar retomando el momento histórico del feminismo liberal. Se entiende que el feminismo liberal surge en el siglo XX, a la par de las guerras mundiales, sin embargo, va surgiendo desde las feministas ilustradas. En este feminismo se busca una lucha por la igualdad, y no se plantea el término de opresión. El momento histórico que favoreció el surgimiento de este feminismo, fue el siglo XX y sus guerras. Anteriormente el rol de hombres y mujeres estaba estrictamente segregado, el hombre pertenecía a la esfera pública, mientras que la mujer a la privada. Esta designación implicaba que lo único que competía a las mujeres era cuidar a los hijos y mantener la casa limpia. Incluso, el derecho al voto y a ser valorado como ciudadanos, pocos años antes pertenencia exclusivamente al varón, la mujer era una extensión de su padre o de su esposo, nunca era un individuo autónomo, solo existía en función a los otros varones de su vida, los cuales, por defecto, eran propietarios de sus objetos personales, de su dinero, de sus decisiones, de su libertad y su vida. Lo anterior implicaba, que la mujer no trabajara, ni estudiara, no se podía divorciar, si huía, su esposo podía ir tras ella y obligarla a estar en casa con él.

En las guerras, este núcleo se altera, los varones deben ir a la guerra, dejando sus puestos en fábricas o comercios vacíos, lo cual permitió que para conservar la economía de las ciudades, las mujeres fueran a cubrir los puestos de sus esposos. Como consecuencia, las mujeres tuvieron la oportunidad de salir del hogar, de ejercer autonomía y darse cuenta, que tenía el mismo potencial y capacidad que el hombre para realizar trabajos, para ejercer profesiones. Al finalizar la guerra, los hombres volvieron sus respectivos hogares y retomaron su esfera pública. Sin embargo, comenzó a cuestionarse la idea de que solo los hombres podían salir y hacer cosas fuera del hogar. Podríamos decir que en este cambio, surgió la “espinita” que llevaría a modificar este sistema.

A continuación relataré un poco sobre las teóricas del movimiento. Betty Friedan, tiene formación de psicóloga, en sus libros expone los términos “doble jornada” y “superwomen”. Partiremos del segundo, puesto que me parece que el primero engloba al segundo. La superwomen o como se diría en español, la súper mujer es un ideal de lo que debería ser una mujer, el estereotipo a alcanzar. Dentro de la sociedad tenemos múltiples estereotipos en cada ámbito, sin embargo este estereotipo se convertía en el yo ideal de las mujeres de la época, y de lo que esperaban los hombres de ellas.

La superwomen era la ama de casa perfecta, era madre y esposa. A pesar de que legalmente ya existía el permiso para laborar y estudiar, las mujeres que decidían salirse de la norma tenían consecuencias por no ser suficientemente buenas amas de casa. La represalia social de salirse de este estereotipo era tan marcada que obligaba a las mujeres a aceptar lo que se esperaba de ellas, es decir, se normaliza y acepta que es como debe ser, puesto que el rebelarse traía consecuencias. Aquí en este punto, entra la doble jornada, y es que, las madres o esposas que decidían salir a cumplir con una jornada laboral ajena a su hogar (no tengo presente la cantidad de horas que en la época representaba), debían volver a casa y cumplir con el trabajo pendiente del hogar; la limpieza, cocina, hijos, atender al marido, etc. Estos libros llevaron la a existencia de múltiples movimientos en los Estados Unidos, donde las mujeres comenzaron a visualizar las injusticias sociales, y a rebelarse unidas a lo que sucedía en su día a día, a compartir experiencias y darse cuenta de más injusticias que todas habían vivido pero que no reconocían como tales. 

En lo personal, por mi formación, me parece interesante esta autora por hablar de constructos sociales, en especial uno, tan introyectado que las mujeres no notaban que lo estaban cumpliendo. También hablamos de identidad, de la construcción de identidad, de quien soy yo como mujeres y que cosas hago porque creo que las mujeres hacemos esas cosas. Hablamos de que quienes se rebelaron en ese entonces, lucharon contra burlas, quejas, contra sí mismas y la propia identidad que llevaban cumpliendo tanto tiempo. Hablamos de un deconstruir lo que ya estaba y formar nuevas formas de vivirse y actuar. 

El cumplir con un “debería” puede ser tan compulsivo que lleve a trastornos psicológicos. Un debería es aquel aprendizaje que se cumple constantemente sin cuestionarse y por obligación sin que la persona lo haga por un deseo personal. Retomando a Friedan, el estrés que había por la Superwoman y la desigualdad social se manifestaba en ansiedad, alcoholismo, neurosis, deseo sexual desmedido, y suicidio. Antes de Friedan, estas manifestaciones se consideraban inherente a las mujeres, como si fuera algo biológico que las mujeres tuvieran patologías per se.

Por su parte Simone de Beauvoir, filósofa francesa, hija de padres burgueses y exponente de la filosofía existencial es la representación de la libertad como mujer, incluso en su vida personal, en su vida amorosa, creyente del amor libre y el compartir de ideas. Cabe mencionar que Beauvoir no se consideraba feminista, incluso, siendo autora del Segundo Sexo, para ella esto era parte de su cuestionamiento filosófico de la existencia. Sin embargo, durante la segunda mitad de su vida fue militante feminista, y el libro fue un descubrimiento incluso para sí misma.

A través de su autobservación y lo diferente que su vida había sido a la de un chico común dio origen a este libro. Beauvoir expone a las mujeres como “el otro”, encuentra que la mujer es definida en relación al hombre. La mujer no es mujer, sino “no hombre”. Empieza a notar las ideas aprendidas y las dificultades que estas suponen, notó las injusticias que las mujeres vivían. Describe lo que es “el mundo masculino”, los mitos  creados por hombres.

Dentro de la crítica se observan las posibilidades que como mujer se viven dentro de la sociedad y cultura. La relación del “otro” define a la mujer en una posición asimétrica al varón, su identidad es definida por él y sus expectativas a como debe ser una mujer, a su vez, ella es definida en referencia “esposa de…”, “secretaria de…”, sin considerarse un ser autónomo autodefinible. La mujer vive en un estado de dependencia en relación al hombre, desde los inicios del patriarcado se estipulo así con normas creadas por el varón.

Para Beauvoir la forma en que se puede llegar a la igualdad y libertad, es que ambos seres hombre y mujer se reconozcan como autónomos. A diferencia de Sartre, quien define la libertad absoluta y la responsabilidad sobre nuestras decisiones y acciones, para Beauvoir los otros pueden acortar o permitir el ejercicio de la libertad a través de las posibilidades que se permiten. En este sentido, el varón ha acortado la libertad de la mujer, se le ha propiciado una situación que la obliga a depender.  

También considera que a la mujer se la define como próxima a la naturaleza, más próxima que el hombre, ya que tiene la posibilidad de parir y dar vida. Pese que tanto a hombres y mujeres dentro de la religión se les atribuye características próximas a lo natural, las características de la mujer han ido adquiriendo una connotación negativa, por ejemplo, “débiles y pecadoras”.

Posteriormente Beauvoir agrega dos premisas adicionales, que el género es construcción social, y que no existe una esencia femenina universal. De esto se rescata, que el género es un aprendizaje de lo que se atribuye que le corresponde a cada individuo por ser hombre o mujer. Dado que este es una construcción, las características consideraras naturales a hombres o mujeres, son adquiridas y no pertenecientes al sexo.

Considero que este feminismo logra llevar al cuestionamiento, y eso es de mi agrado. Me parece que el cuestionamiento es esencial como crecimiento personal. Existen muchos aprendizajes dentro de la existencia de cada individuo y algunos son conscientes, pero otros son absorbidos sin llegar a cuestionar que tanto ese aprendizaje me será útil o sano dentro de mi vida. Además el creer que las cosas deben ser de cierta manera, la rigidez y la polaridad moral, en mi opinión solo son generadores de conflicto, no creo que exista una deber ser absoluto, creo que el deber solo es una excusa para no manifestar lo que uno quiere ser o hacer.

Me gusta que se llegó a cuestionar la forma en que se creía que debían ser hombres y mujeres, y fortalecen la posibilidad de ser diferente, como mujer. Además, el tocar los puntos de identidad, estereotipos, exigencia en Friedman me parece importante, porque reconoce los problemas psicológicos que se manifiestan ante la presión social. Los constructos sociales son modificables, cuestionarlos ayuda a modificarlos, y el que sean modificables los adapta a las necesidades de la población a la que pertenecen. Idealmente se debieron modificar antes.

Por parte de Beauvoir, me quedo con sus dos premisas finales, donde se reconoce que no hay nada perteneciente per se al ser hombre o mujer, y que solo es algo que se creyó en determinado momento y que se continuo repitiendo con el paso del tiempo. Sobre la parte del otro, yo personalmente, puedo notar que socialmente son mejor reconocidas las características atribuidas al varón, se les considera fríos, inteligentes, decididos, etc. Y a las mujeres sensibles, cambiantes, amorosas, y sumisas, etc. Para empezar, partimos de que estas son atribuciones, y en segundo lugar, socialmente son connotadas positivamente las primeras, mientras que el ser “sensible” se ha reconocido como algo negativo y que debe ser evitado. Se ha considerado que para triunfar se debe ser frío, por ejemplo, o que el éxito se mide en triunfos laborales (esfera asignada al hombre), o si nos vamos más profundo, se mide felicidad con triunfo, competencia y no con estabilidad emocional.

Mi formación actual es gestáltica, por lo cual yo enlazo el termino “aprendizajes obsoletos” con el feminismo, donde para mí, el “deber ser”  como mujer o “superwomen” es causante de conflicto. Aunque en nuestra época no lidiamos con roles laborales y del hogar como principales problemas, siguen presentes, la doble jornada a 50 años del libro, sigue siendo un problema dentro de las parejas.

Otros temas que considero se pueden ver en terapia son la identidad y sobre qué la estamos construyendo, qué aprendizajes obsoletos son causantes de conflicto. Para mí ahí entra el género y lo no esencialista, desde los estereotipos físicos, sobre cómo debe ser el cuerpo, cómo se debe actuar, la constante búsqueda de validación en entornos sociales y de pareja. El crear autonomía, la relación de pareja desde crecimiento y no violencia. La terapia gestáltica se basa en el contacto con la emoción y en la toma de decisión, la responsabilidad y la autoaceptación, ese punto lo conecto con el validar las emociones, ya que se han considerado como algo “esencialmente femenino” y por ende, atribuidas como algo negativo. Enlazo los introyectos como conflictos con las expectativas que los demás puedan tener por mi género, y lo difícil que es cumplirlas, el malestar emocional que ello puede provocar.

Entendiendo la psicoterapia como un proceso de aprendizaje y cambio. En práctica psicoterapéutica se puede identificar los introyectos provenientes del patriarcado y convertirlos en algo positivo para la persona. Se puede construir autonomía y libertad, iniciando por fomentar el autocuidado, autoaceptación, amor propio y construir caminos personales, poder expresar necesidades a los demás y a sí mismas. También en sexualidad es importante la aceptación para tomar decisiones, para poner límites, y ser capaces de definirse en relación a sí mismas y no a lo que el otro espera, para prevenir que se creen relaciones de violencia y/o dependencia. Promover la creación de redes de apoyo.

Concluyendo, veo necesario un empoderamiento de la mujer en psicoterapia, identificar cuando no se da su lugar a sí misma, y que aprenda a luchar por su propios deseos, necesidades e intereses. Que se definan límites, contacto con emociones y conductas de autocuidado y protección. Iniciar con que ella deje de definirse como “la otra” y se convierta en el ser principal de su existencia. Pero todo este trabajo de autoobservación y cuestionamiento personal, debe ser un ejercicio personal que la terapeuta haga previamente.

Referencias
Friedan, B. (1963), La mística de la feminidad. Editorial: Sagitario. Barcelona, España

Heras, S. (2009), Una aproximación a las teorías feministas. Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, no 9, pp. 45-82, ISSN 1698-7950

Simone de Beauvoir. (2005). El segundo sexo. Barcelona: Ediciones Cátedra.

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La paradoja de la sororidad

|Por: Alejandra Montalvo|

Mi acercamiento al concepto de sororidad me llegó de manera pragmática y solitaria. Digamos que se remonta a la primera vez que me acerqué a las lecturas feministas que sacudieron mi zona de comodidad. Esos textos radicales que me invitaban a cuestionarme, comprender que estaba sumergida en una estructura de orden patriarcal que me orientaba a seguir las pautas normativas de feminidad, lo que refuerza la heterosexualidad obligatoria y por ende, las relaciones de asimetría y dependencia que caracteriza nuestra condición de mujeres frente a la de los hombres.

Tiempo después, y gracias al apoyo de otras mujeres valientes y fuertes como mi madre, tuve el “privilegio” de acercarme al “conocimiento letrado”, ingresar al debate epistémico de las teorías feministas cursando uno de los pocos posgrados que defiende la dimensión política de la categoría de “las mujeres”. En ese espacio conocí a mujeres comprometidas con la militancia y la praxis feminista. Mujeres que me enseñaron la importancia de generar una mirada crítica a la cultura y las nuevas formas que adquieren los sistemas de opresión patriarcal, racial y capitalista.

Fuera de las aulas también encontré un espacio de interlocución feminista, donde por vez primera pude verbalizar lo que me estaba pasando: mis malestares, mis decepciones con el sexo opuesto, la violencia del patriarcado y sus instituciones, el miedo infundido a mi propia corporalidad y la obligación por alinearme y cumplir determinadas expectativas provenientes del régimen heterosexual. En esas pláticas llevadas a cabo ya sea en la sala de mi casa, mi recámara o el patio de la escuela, es donde entendí lo importante que era priorizar nuestras relaciones frente a una cultura heterosexual y misógina que nos obliga a competir entre nosotras, porque afirmar nuestro amor y amistad es un acto revolucionario que amenaza la lógica de dominación masculina.

Fue precisamente en ese lugar donde aprendí y valoré los lazos entre nosotras basados en la sororidad, aunque también fui susceptible de sus alcances y limitantes en términos políticos y epistémicos. En pocas palabras, comprendí que cada una de nosotras tenemos diferencias, ¡y vaya que son muchas!, desaparecerlas con la intención de crear una identidad homogénea sobre el “ser mujer” resulta un acto violento que niega la especificidad de la experiencias de muchas mujeres ubicadas en los márgenes de las estructuras de poder, lo que prioriza las demandas y reivindicaciones de aquellas compañeras ubicadas en situaciones de privilegio, ya sea desde la clase, la heterosexualidad, el color de piel, los capitales culturales, las adscripciones espirituales, entre otras fronteras/estructuras que marcan nuestras condiciones de existencia en este mundo.

Comprenderlo fue doloroso, nuestros utópicos encuentros de transformación social al interior de ese espacio feminista pasaron a ser luchas de poder por la palabra, por la necesidad de validar y señalar quién o quiénes eran más feministas o no, sin considerar el proceso individual por la que cada una de nosotras pasamos para desmontar los mitos patriarcales que tenemos interiorizados y las maneras en cómo vivimos determinadas opresiones específicas, incluso las de género. En este amar entre mujeres aprendí que de nada sirve el “sisterhood” si no comprendemos el carácter patriarcal y las acciones sexistas que muchas veces replicamos cuando nos relacionamos entre nosotras. 

Pasar por todo ese subir y bajar de emociones me hizo convencerme de que necesitamos generar alianzas de la forma más horizontal posible. Comprender que no sólo existen estas fronteras sino que también es necesario construir relaciones y complicidades entre nosotras sustentadas en una sólida base ética de carácter feminista que permitan generar espacios de confianza, en donde podamos encontrar puntos de encuentro e identificar los procesos vivenciales que tenemos en común, señalando nuestras diferencias y desmontando privilegios, de otro modo sería imposible no seguir reproduciendo relaciones de carácter jerárquico y sexistas.    

Pese a todas estas consideraciones sigo convencida de que la sororidad es importante, es un término que invita a pensarnos fuera de los pactos patriarcales, nos motiva a tejer alianzas entre nosotras, pero creo que es peligroso hacer uso de la palabra de manera acrítica e idealizada si antes no cuestionamos el sexismo, el racismo y el clasismo interiorizado en cada una de nosotras, porque recodemos que estos sistemas de opresión van en cadena, siempre articulados y nutriéndose unos a otros. Sin estos procesos, me parece que posiblemente perpetuemos con nuestras acciones formas de violencia patriarcal. Creo esa la contradicción más grande de la sororidad, que es una ficción, pues las mujeres tienen diferencias, en especial políticas y materiales. Existen fronteras y límites subjetivos entre todas. Lo que no nos impide hacer complicidades estratégicas en ciertos momentos coyunturales. El “sisterhood” imaginado como diversas unidades de comadres que nos permitan tejer juntas, a pesar de nuestras diferencias, siempre desde la complicidad y el acompañamiento.

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