|Por Allison S. Panuco|
Me siento a escribir en mi escritorio y no tolero que la puerta detrás de mí se quedé abierta, tengo temor de que alguien venga y me tomé por la espalda.
No sé qué tanto cumplo con la expectativa que tienen de mí, la verdad es que no soy una persona valiente, todo me importa, pero dejé de expresarme y comencé a reflexionar hacía mis adentros, escucho con más claridad a mi cuerpo y mi corazón palpitante.
Pero
sigo
teniendo
miedo.
Miedo de que la noche me alcance y no haya disfrutado el día.
Miedo de no volver a escuchar la voz de mi padre y que todo lo que le tengo que decir se me quede en la garganta.
Miedo de permanecer sola, de no aceptar ayuda, de caer en tentaciones y viejos vicios.
Miedo de no cumplir esas expectativas, del final definitivo, de la muerte, de cruzar la calle, de no volver a casa, de conformismos y romanticismos baratos.
Miedo se llama este texto y es que eso es todo lo que tengo.