|Por Ícare|
No quiero ser tu señora, la mujer de tu casa
Ama y dueña de tu cocina.
No me voy a dedicar en cuerpo y alma a compartir tu cama
Y siendo franca, eso de jugar a tu copiloto ya no me queda.
Estoy cansada, mi amor, del sexo y de que me digas “estás bien rica”
Dices “eres mía” y el suelo ya no supone ningún límite para la libido que baja y baja,
Y mira tú, que osadía: no me llamaría yo tuya por más que me sintiera muy mía
Y la verdad es que ni soy tuya ni soy comida.
Para ya con el “te amo” que me da más pena que miedo la facilidad con la que crees que me la creo.
En lo más profundo de la posesión, como dice o decía el Cortázar ese
Empecemos por ser honestos, tú y yo no tenemos ni una ni otra
Ni la acción ni la palabra, ni la profundidad ni la posesión
Y lo cierto es que así me tienes, entre la palabra y la acción
Una puede parecer compleja, la otra ser bastante simple y viceversa
Tú puedes decir “aritmética” y contarte los dedos de las manos
Puedes decir misa y hacemos como que te creo mientras otra vez me imagino que ya saldé contigo cada deuda y que ya ni siquiera me llamas amiga.
Perdón, mi vida, pero eres pan con lo mismo
¿Hay o hubo algo debajo de tantas capas de pose y fachada?
Qué suplicio que tu personalidad sea leer la Proceso, ser el centro de atención y mantener las apariencias.
Fluctúas entre la mueca callada y repetir tus infalibles de alma de la fiesta. ¿No puedes hacer eso mismo pero con otra veinteañera?
Vete. Vete que ya no puedo ni contigo ni con los eufemismos para evitarme tu nombre,
Déjame, mi amor, crecer por mi lado, ya no me digas “es que tú estás bien morra”
Vete, y ya no me quieras comprar más jaulas
Que sí quiero ser mujer pero no quiero ser tu señora.