Yalika

|Por Yalila Grafikat |

Yalika la lesbiana desde la esquina norte, en Tijuanalandia.

Mi lesbiandad apareció entre un mar de relaciones con mujeres. Más allá de mis relaciones sexo-afectivas, coincidentemente antes que consciente, he tenido mucha convivencia con muchas mujeres.

Aquí algunas -los lazos que siguen y los que no-.

Mamá

 Tengo una relación difícil con mi madre, que aún de adulta estoy tratando de sobrellevar. Mi madre sufrió de abuso gineco-obstétrico y en resultado tengo un hermano con discapacidad mental y una madre que tuvo que soltar un poco de su mente y mucho de su vida para poder sobrellevar el dolor; pero la insistencia de la presión social la hizo intentar de nuevo.  Tuvo una hija, muy planeada, 9 años después. Es así como Yalika la lesbiana nació. Muy necesitada del amor de su madre, ella hacía de todo por desaparecer entre un mundo obsesivo compulsivo de plantas, lenguajes, piano, animales, y cuantos hobbies encontraba para perderse.

Jacky

Mi primer recuerdo con Jacky fue a los 3 años.  Me bañaba en una tinita en el patio de mi casa cuando por la barda que dividía su casa de la mía, cruzó a una niña guerita de 4 años a convivir conmigo. Recuerdo que me echo agua con el botecito y, desde entonces, hasta mis 14 años fue la hermana que siempre quise tener. La historia con Jacky siempre la resumo en una de nuestras caricaturas favoritas de Disney, que imitamos y sabíamos el diálogo, La Zorra y La Sabuesa. En eso terminamos convirtiéndonos.

 Compartimos de cachorras, y de adultas nuestros destinos se fueron por diferentes caminos. Cuando éramos chicas a cada rato repetimos la frase de esa película: “Toby eres mi mejor amiga!, ¡y tú la mía Tod!, ¿siempre seremos buenos amigas verdad? ¡Sí, siempre!”. 

Teníamos un amor enorme por los perros y un lenguaje secreto de chiflidos. Nos la vivíamos jugando trepadas en nuestros árboles vecinos y en los techos. En las noches de fin de semana acampábamos en nuestras salas en casotas enormes de sábanas que armábamos. En verano nos mojábamos con globos llenos de agua. No dejábamos de jugar. Yo le contaba muchas historias de terror, hacíamos coreografías con la música del momento grabada en cassette de su hermana mayor. Nos grabábamos y decíamos que teníamos una radio.

 Nuestra niñez fue muy hermosa, pero también muy intensa. Compartimos dolores de nuestros primeros acosos. En nuestra pre adolescencia teníamos un chismógrafo que escondíamos debajo de la casa y teníamos que avanzar un par de metros a pecho tierra para ir por él.  

Todo iba perfecto hasta que su mamá cayó en depresión. La mamá de ella me cuidó como si fuera su hija, ya que la mía estaba pérdida en su mundo. Mi vecina me alimentaba, me llevaba a la escuela, me ponía lonche, me cortaba el cabello, celebrábamos navidades, cumpleaños, vacaciones como si yo fuera una más de ellas, pero en algún momento se sintió muy sola y triste. La mamá de Jacky se acercó a la religión cristiana y, como sus hijas, nosotras también. 

Para acortar la historia:  nos hicimos fanáticas. Cuando menos lo tenía pensado, los 7 días de la semana estábamos metidas de lleno en esa religión, la cual en mi adolescencia trajo muchos conflictos, ya que cuando todas ya habían pasado la fase de tomboy yo seguí ahí de machorrilla.  A mis 14 años ya no pude ocultar más quien era y con tantas restricciones en mi vestimenta. Ya no aguanta no ser lo suficiente cristiana para agradar. Ante tantos cuestionamientos quebré. 

Yo recuerdo que Jacky sufría mucho. Ella puso más resistencia que yo. Ella quería tener novios y no le gustaba estudiar, ni se alocaba con la música cristiana como yo, pero su mamá a punta de chingazos le hizo aceptar todo. Yo, para ese entonces, me enamoré por primera vez de una morra y preferí tomar mi bici y perderme sola todas las tardes, dibujar, escribir, leer y conocer nuevas amigas. 

Me dolió mucho porque perdí esa familia que me crio. Me quede con un pesar: ver a mi amiga perderse en ese mundo sin salida. No obstante, me partió el corazón muy fuerte un día que deje mi cuaderno de escritos en su casa y ella lo leyó. Ahí hablaba de la morrita de la cual me enamore. No decía nombre, solo decía que vivía cerca de mi casa, y la muy engreída creyó que era ella. Me dolió tanto el corazón porque fue como mi hermana y, ella en su miedo le dijo a su mamá y a mis papás. 

Cuando me fui con mi primera novia de la casa, me dolió mucho, pero lo que me dolió más es que al reconectar con ella muchos años después fue que se convirtió en una mujer ultra cristiana que intentó en más de una ocasión engañarme con historias para hacerme sentir que yo estaba mal y que ella me podía ayudar.  Me dio tristeza que, a pesar de tener tantos accesos, la ignorancia de su fe la cegara- Incluso un día me hizo creer que ocupaba ayuda y me dijo que confesó enfrente de su congregación que era adicta a la pornografía y que tenía miedo que por medio del cordón umbilical le pasara esa adición a su hijo por nacer y que, así como lo confesó y se curó.  En su congregación lo mismo podía hacer con mi lesbianismo. Lo único que le recite fue esa frase de El Zorro y el Sabueso, le dedique una canción deseándole lo mejor de la vida y me alejé por siempre de ella. 

Las amoras

Mi lesbiandad fue antes que el feminismo, y me sigue encorazonando que dentro de esa lesbiandad radicalizamos naturalmente nuestras relaciones.  Curiosamente he tenido muy poco contacto con hombres en mi vida sin declararme o entender el separatismo. Desde mi adolescencia tuve mejores amigas, pero por esa edad también noté que extrañamente atraía a otras mujeres que no querían ser mis amigas pero que si querían pasar tiempo conmigo. Quizás mi machorres les daba la confianza de sentir que estaban con un chico. Sin embargo, en la prepa lo noté más. 

Una que recuerdo en particularidad:  Denise. Creo que me enamore un poco de ella. Ella me decía que le gustaban los hombres femeninos, y no me soltaba en cada oportunidad que tenía. Todos los días compartíamos una paleta de dulce solo entre nosotras sin que nos diera asco, luego me acariciaba todo el brazo o hacia cosquillas por dentro de mi mano, me entrelazaba mis dedos con los suyos al caminar. Decía que era su novia jugando. Recuerdo mucho un día muy extraño y lindo que nos escapamos a un parque con amigas y nos dejaron solas. Ahí yo le enseñe un truco en el columpio para que sintiera que caía en el lago de enfrente. Luego me pidió que amortiguara su viada en el columpio y por un momento quedé frente a ella atrapada entre sus pies, sus manos encima de las mías entre las cadenas. Ese encuentro casi terminaba en un beso que no se dio porque me puse muy nerviosa. Pero, sabía que nuestro próximo encuentro sería algo serio, aunque por azar del destino, no tuvimos ningún otro encuentro.  Día siguiente una amiga de ella se acercó y me dijo que ella sabía que yo era la única que podía detener eso, que quizás yo sí era lesbiana, pero Denise no, que solo la iba a complicar y confundir a tener una vida plena. Me pidió que por favor me alejara de ella. Yo de mensa me sentí mal y evité estar sola con ella el resto del semestre. Ella a los días reprobó y ya no regresó a la escuela. No fue mi único ni último caso de lesbofobia que deje que me atravesara, pero esa es otra historia.

La mayoría de mis relaciones con mujeres fueron con mis parejas futuras, desde los 17 hasta mis 32 años he tenido una relación muy fuerte con mis parejas y la mayoría de ellas siguen siendo de mis mejores amigas. El lazo de amistad que formaba con ellas siempre fue más fuerte que el drama que nos llegó a separar. Claro, la mayoría de ellas fue con un tiempo de sanación de por medio, pero me siento muy orgullosa de seguir compartiendo mi vida con todas ellas. Incluso, cuando empiezo una relación con alguien nueva les aclaro que tengo estos lazos de amistad con mis parejas pasadas y que no lo cambiaré. Para mí es más importante preservar y alimentar una amistad con personas que amé de otras maneras también. Claro que no con todas pude lograrlo, pero el feminismo, y entender mi lesbianismo desde una postura política también cambió mi perspectiva de cómo aprecio aún más estas relaciones.

La familia

 Desde niña tuve un concepto de familia un poco fragmentado que me ayudó a decidir que mi familia sería siempre elegida. Me siento muy afortunada de tener una amplia familia de amigas que amo con toda mi corazona. Creo que mis amigas al igual que las amoras son las relaciones que más aprecio. He aprendido también aceptar que mis familias no son eternas ni igual de intensas. Respeto los tiempos de vida, por temporadas y temperaturas. Al igual que el enamoramiento, siento que romantizamos nuestras relaciones por más deconstruidas que nos sintamos en el momento. Nos enamoramos de nuestras amigas, también nos desenamoramos, o cambiamos de intensidad. Tengo la suerte de tener familias muy intensas, momentáneas y las disfruto tanto mientras duran. Recientemente pasé por un quiebre triple que estoy sanando a mi manera, me separe de una amora que es parte de mi familia elegida, con la que también forme una alianza muy bella de reconocimiento político, pero, decidió alejarse. Así que estos días estoy curando la corazona de esos quiebres que aún tengo la esperanza de que sanen pronto sin dejar muchas cicatrices en el camino. No todas las historias terminan bonitas, pero si aprendemos mucho de ellas y nos ayudan a entendernos mejor, a revisar la balanza, a revisar nuestras otras relaciones que a veces les perdemos importancia por estar tan enamoradas, que claro es muy válido, pero me sigue creciendo el amor por estas otras relaciones que he cultivado y que están ahí para levantarme cuando más lo necesito. 

Momentos así es que sigo defendiendo mis afectos por las amoras, por la familia elegida, por las redes, por estas bellas e intensas relaciones con mujeres que nos abrazan.

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